Domingo. Diez de la ma ana. Habitaci n 401, hotel Augusto IV. Mi novia duerme pl cidamente. Yo contemplo su r tmico respirar, sentado en un rinc n. No quiero despertarla, a n no. Observo mis manos ensangrentadas. Puede que me haya vuelto loco. Ser a lo mejor, sin duda. Acabo...