No ramos sino tres amigos. Los dos de la confidencia, en cuyo par me contaba, y el descubridor de la espantosa fuerza que, sin embargo del secreto, preocupaba ya a la gente. El sencillo sabio ante quien nos hall bamos, no proced a de ninguna academia y estaba asaz distante de la celebridad. Hab a pasado la vida concertando al azar de la pobreza peque os inventos industriales, desde tintas baratas y molinillos de caf , hasta m quinas controladoras...