Hace años, mientras oía la radio, Rosa decidió dictar sus memorias a una grabadora, y lo hizo como un juego, pensando que lo grabado nunca sería otra cosa que un puñado de cintas que alguien, amigo o conocido, escucharía entre risas. He sido uno de los pocos afortunados que han podido, hasta hoy, conocer la narración de una vida vivida entre fogones, aderezada de jugosas recetas y plena de aventuras amorosas, que nos muestra, sin apenas intención...