La idea que anima este libro est avalada por todos los sex logos y psic logos modernos, pero en realidad es tan vieja como el mundo. Las partes privadas tienen muchos nombres y uno s lo. Dominados unas veces por un esp ritu pacato, animados otras por un instinto cachondo, les buscamos cualquier nombre menos el suyo. Ponerle un nombre a esas partes se ha convertido, a lo largo de la historia, en el ejercicio m ximo de la met fora. Cualquier similitud...
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