No se necesitaba ser un gran fisonomista para comprender, por la cara de un hombre que recorr?a a cortos pasos la calle de Carretas de Madrid, en una ma?ana de enero, que aquel hombre se aburr?a soberanamente; y bastaba reparar un instante en el corte atrasadillo de su vestido, chill?n y desentonado, para conocer que el tal sujeto no solamente no era madrile?o, pero ni siquiera provinciano de ciudad. Sin embargo, ni de su aire ni de su rostro pod?a...