No hay car cter ni dignidad entre los miembros de un Estado que pueda eximir al hombre de la obligaci n de contribuir con sus tareas a cuanto sea til para la felicidad com n de aquella sociedad en que vive. Es verdad que, como hay diferentes puntos de que pende el bien com n y la perfecci n de una naci n, tambi n son diferentes los empleos de sus individuos, los cuales por sus respectivos destinos deben primeramente trabajar en el ministerio de su...
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