Dios era todo A n no hab a cielo ni mundos solamente el infinito. El ser eterno, germen absoluto de todas las perfecciones imaginables, campeaba solo, grande por s mismo, embebido en inefable santidad. Lleg empero el momento decretado all en el gran concilio de los cielos. Habl Dios, y al punto todo cuanto existe, destellante y espl ndido, brot del caos. Ya no fue sola la divinidad: su esencia se ramificaba en infinitas formas; su perfecci n...