Al cabo de quince d as Anthony y Gloria empezaron a permitirse discusiones pr cticas, como llamaban a las sesiones en las que, bajo la apariencia del m s estricto realismo, caminaban sobre un eterno rayo de luna. -No tanto como yo a ti -insist a el cr tico literario-. Si realmente me quisieras, desear as que lo supiese todo el mundo. -S que quiero que lo sepan -protestaba ella-. Quiero colocarme en una esquina como un hombre anuncio, para informar...