La participación de los franceses en la vida política de su país disminuyó a partir de la década de los años sesenta; se atribuye esta apatía al predominio del individualismo; a la incapacidad de una población para comprender sus problemas como sociedad. Crozier considera que a este problema lo precede la incapacidad de los gobernantes para actuar de acuerdo con los cambios que exige la modernización en los diversos ámbitos de la vida francesa.