Confieso que los personajes me lo contaban, yo no preguntaba, solo escuchaba y escrib a a rega adientes, trataba de evitarlo, no quer a llorar ni re r, me sent a cansado, me escond a, pero siempre daban conmigo y, como por arte de magia, en mis manos aparec an el cuaderno de notas y la docena de l pices con los que registraba las historias que me relataban, pero ellos, testarudos, no dejaban de perseguirme con su gram tica hablada, bien cargada...