Luch bamos por el bando incorrecto de una guerra que no pod amos ganar, y ese era el lado bueno de la historia.
Los Rujarras atacaron el D a de Col n. Hab amos navegado con inocencia por el cosmos en nuestra peque a canica azul, como si fu ramos nativos americanos en 1492. Varias naves aparecieron en el horizonte, representantes de una cultura agresiva y avanzada y, zas , los viejos d as en los que los humanos nos mat bamos unos a otros se fueron por el desag e - en el D a de Col n. Tiene sentido.
Cuando el cielo matutino volvi a parpadear con el salto de las naves de guerra Kristangas que se enfrentaban a los Rujarras, cre amos que est bamos a salvo. La Fuerza Expedicionaria de la ONU, transportada por los Kristangos, se traslad all donde nuestros nuevos aliados nos llevaban, dispuestos a luchar contra los Rujarras. As fue como pas de combatir en Nigeria en el Ej rcito de los Estados Unidos a luchar en el espacio.
Todo lo que nos contaron era mentira. Ni siquiera tendr amos que estar combatiendo contra los Rujarras. No eran el enemigo. Nuestros aliados s lo eran.
Pero mejor empiezo por el principio.