Memphis, 1959. Un chico de 11 a?os es el mejor lanzador de pelota que jam?s se haya visto, pero hablar no se le da tan bien como jugar al b?isbol: no es capaz de pronunciar una sola palabra sin tartamudear, ni siquiera su nombre. As? que, cuando le toca cubrir la ruta del reparto de peri?dicos de su amigo, sabe que no tendr? m?s remedio que comunicarse con los clientes y que tendr? dificultades para hacerlo. Sin embargo, lo que le causar? verdaderos...