En De ltimas horas, el hombre que lee, que escucha m sica (Bach, Jan ček, Palestrina...) o que escribe poemas como quien escribe un diario (para "verificar la/ diferencia entre/ cuerpo y cad ver") no cesa de recordarnos, adentr ndose en la vejez, que la fr gil imaginaci n es su patria verdadera, el hilo entre su lengua y su materia. Ese hombre (jud o y cubano por m s se as) sabe adem s, como Roman Opalka o Paul Celan, que la muerte es el...
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